Recuperamos un artículo de Alvaro Cortina, donde desmenuza la reconocida obra del autor de Tokio Blues, Haruki Murakami, en torno al running. «De qué hablo cuando hablo de correr», una obra de obligada lectura para todo runner que se precie.
Incide Haruki Murakami en que escribir es una «labor física». Dice: «pensamos con todo el cuerpo». Esto es el fundamento de ‘De qué hablo cuando hablo de correr’ (Tusquets).
La escritura se hace deporte
No se escribe sólo con los dedos, sino con «el cuerpo», como (un suponer) se juega al ajedrez (otro deporte interior). El sudor se hace aquí espiritual, psicológico, culto, temperatura estilística.
Los autores son cuerpos. Aunque Murakami no dice que suda cuando escribe, está muy cerca de decir que cuando corre está haciendo novelas. Haruki Murakami en los caminos, en las fracciones del cronómetro, con zapatillas de cámara de aire, escuchando a Bryan Adams en el minidisc. «Soy una persona con más estructura física que inteligente», «Escribir una novela me exige malgastar mucha fuerza física».
«En mi caso, la mayoría de lo que sé sobre escribir lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana», y así sucesivamente. Se insiste en la tesis anterior una y otra vez. Hasta el infinito. Escribir, correr. Umbral decía que escribir es ejercitar el ojo y la muñeca. El autor de ‘Tokio blues’ habla de lo literario como de una toxina que se combate con el cuerpo.
El cuerpo, redacción orgánica. «Soy de los que, a base de someter el propio cuerpo a cargas reales y de hacer que los músculos se quejen (a veces con grandes alaridos), van consiguiendo que suba de veras la aguja del indicador de su grado de comprensión hasta que, por fin, quedan satisfechos». Murakami habla de su soledad de corredor de fondo.
Aplica la figura de la personificación en sus propios órganos, que dan alaridos: «¿Cuándo fue la última vez que pensé en serio en mis rodillas? Al hacerme esta pregunta, sentí que les debía una disculpa a ambas.» Otra: «Mis músculos son tan testarudos como yo». A veces su cuerpo queda hecho artificio, aparato, y se identifica con él sin fisuras, ni desdoblamiento. A veces, él es su cuerpo (rodillas incluidas).
«No soy humano. Soy una pura máquina. Y, como tal, no tengo que sentir nada. Simplemente, avanzo».
Otras veces reina en su monólogo de dietarios un poco de lío: «Pero nuestro cuerpo, al igual que nuestra consciencia, es un laberinto». Murakami, audaz, llega a hablar de su físico como si hablase del mundo entero: «Me concentro en mi cuerpo para que no se me escape ningún sonido, ninguna escena, y para no perder el rumbo». Se puede recordar al misterioso Spinoza: «aún no sabemos lo que puede un cuerpo».
El dualismo también se rompe cuando el ejercicio físico termina siendo ejercicio espiritual: «De todas las cosas que comportó para mí la experiencia de la ultra maratón, la más significativa no fue de carácter físico, sino espiritual».
Para dar ya un salto con tirabuzón: «El acto de correr se hallaba ya en un ámbito que rozaba casi lo metafísico. Primero estaba el acto de correr y luego, como algo inherente a él, mi existencia. Corro, luego existo».
El autor de ‘Tokio blues’ Correr, y la bici, y nadar, el deporte, lo son todo. La vida es como un toro, que decía el torero.
Murakami pandeportista, traslada al lector imágenes con socorrida tradición alegórica, donde «escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas». O sea, se diría, aquí escribir es más escalar que correr.
Pero Murakami quiere en su epitafio que ponga «escritor (y corredor)». no habla de escalar: «Me digan lo que me digan, está en mi naturaleza. Como en la del escorpión picar o en la de las cigarras agarrarse a los árboles. Como en la del salmón retornar al río en el que nació o en las parejas de patos buscarse mutuamente».
Correr, vivir, escribir
En estas sentencias antedichas pueden advertirse contradicciones insalvables. Pero da igual, aquí se cargan las tintas con la verbena de una, la identificación (correr, escribir, y vivir… y nadar, y la bici…y escalar).
Por una vez, las tres variables de todas estas ecuaciones vienen dadas en una misma oración: «Ir consumiéndose a uno mismo, con cierta eficiencia y dentro de las limitaciones que nos han sido impuestas a cada uno, es la esencia del correr y, al mismo tiempo, una metáfora del vivir (y, para mí, también del escribir)».
El libro va dedicado a sus «triatmigos», sus amigos del triatlón, y a los corredores amigos en particular. Y a los corredores (¿también a los escritores?, ¿y a los escaladores?) en general. Habla el libro del desdoblamiento, del maquinismo, del organicismo, del «corro luego existo», de cómo bajó peso Murakami, de cómo mejoró sus metas en el trazado olímpico de sus tramos, y en la factura última de sus novelas.
Estas 230 páginas transcurren con machacona inercia, y cuando al final dice a sus «triatmigos» y otros corredores: «Si no fuera por vosotros, sin duda yo no hubiera podido seguir corriendo hasta ahora».
Su libro, 230 páginas sabemos de qué habla cuando habla de correr el escritor orgánico. Maratoniano felicísimo con su hallazgo.
· Te podría interesar: Corre Gratis en la Carrera Behobia-San Sebastián 2021 – Blog Be Urban Running
· Te podría interesar: Potencia tu rendimiento en correr con entrenamientos cruzado – Blog Be Urban Running