El Atleta Pedro Esteso nos cuenta su experiencia del Maratón de Valencia.
Nuestro entrenador y atleta Pedro Esteso nos cuenta su experiencia desde su perspectiva sobre el Maratón de Valencia.
El Maratón me ha cambiado la forma de ver la vida… Mi crónica del Maratón de Valencia.
Antes de empezar a hablar de sentimientos y dejar llevar mi corazón para realizar e intentar transmitir mi última experiencia deportiva, quiero explicar las razones y argumentos por las que decidí casi a última hora cambiar de planes y dar el salto para convertirme en uno más como todos mis compañeros Urban Runners y poder gritar
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¡SOY MARATONIANO!
Los que me conocen siempre han sabido que cuando alguien me preguntaba por qué no me aminaba a correr maratón, les decía que era porque no había sentido la llamada, pero 15 días antes del Maratón de Valencia, un domingo por la tarde salí a rodar y a quemar los excesos de una noche de sábado muy marchosa.
Me fui al río junto a mi soledad, quería realizar un rodaje medio-largo, quería probar mis piernas a un ritmo alto y ver cómo se podía comportar mi mente haciendo “sufrir” mi cuerpo, era de esas tardes que me hizo recordar nuestros entrenamientos en el parque, de los días de ir fluido y saber que iba a salir bien, fueron 24 kilómetros en total a un ritmo fuerte para mí.
Cuando ya estaba tranquilo en casa y analizando los datos de frecuencia cardiaca, ritmos y parciales conseguidos, no sé de qué manera vi el reloj y observé el número total de kilómetros conseguidos al revés, visualicé un 42, respiré profundo, saqué cuentas, valoré las horas de trabajo acumulado y me pregunté a mí mismo ¿Pedro y por qué no?
Con el paso de los días, mis ojos se fueron abriendo, llegó la confirmación de mi inscripción y me contagié más aún si cabe de toda la fiebre maratoniana de mi grupo de entrenamientos.
¡EMPIEZA LA CARRERA!
Empieza el maratón, mi recorrido de pruebas personales, si algo tenía claro es que yo iba a crear mis propias sensaciones, fueran buenas, malas o regulares iban a ser las mías, me marqué a fuego los consejos de Martín Fiz el día previo, que hasta el 30 no pensase y que lo viviese a mi manera, que la primera nunca se olvida y que nunca dejase vivir esta gran fiesta con mis compañeros.
Los primeros kilómetros son un poco caóticos para coger el ritmo elegido, no encontramos el hueco idóneo con tropiezos y constantes adelantamientos y parones, mi par de escuderos no se inmutan y seguimos esquivando personas hasta el kilómetro 5 que ya pillamos nuestra zona donde poder correr con más espacio y los tres en paralelo.
El reloj sigue yendo en los parciales establecidos, la idea principal era ir a 4´30” y acercarnos a las 3h10’. Estos primeros compases de prueba son donde las piernas se van con mucha facilidad, hay mucho control y Dani en cuanto veía que me aceleraba, sacaba su brazo abriendo la mano y haciendo el gesto de que tocaba aminorar un poco y CALMA.
Miguel va muy entero, nos avituallamos en cada punto, pasan los kilómetros y nos íbamos preguntado cada cierto tiempo cómo íbamos, siempre con respuestas positivas y gestos de seguridad. Kilómetro 10, primer cuarto de prueba y todo marcha según lo preestablecido, primeros geles y a seguir la marchita, zonas de muchísimo público y seguimos a lo nuestro. Pasa la hora de carrera y todo en su sitio, ni un dolor ni sobrecarga muscular, los gemelos, que era lo que más preocupaba, no se quejan.
¡QUÉ SENSACIÓN MÁS BONITA!
Uno se siente único, hiper-motivado, ya sabedor de que está todo realizado, miro a Dani y me siento orgulloso de él, empiezo a imaginarme que por ahí también pasarán todos mis compañeros con ese sentimiento de que todo ya está punto de llegar. Último kilómetro, ya vamos en paralelo, en cuanto termino esa última bajada para adentrarnos en el pasillo hacia la alfombra es cuando rompo a llorar, es como si algo desde los tobillos subiendo hasta mi cara me recorre en unos segundos.
Me saltan algunas lágrimas antes de los últimos 500 metros, corro con los brazos abiertos, me libero, me siento tranquilo, noto que toco el suelo con mis pies y es como si nada me pesase, un orgasmo tras mucho tiempo de pasión y entrega. Alfombra azul y a empaparme de todo lo que siempre había oído que iba a suceder cuando enfilásemos la recta final, llegaba donde había deseado y por un lado quería que se detuviese el tiempo.
Me sentía invencible, nos dimos la mano y levantando el brazo que nos quedaba libre y cruzamos la meta maratoniana en 3 horas 14’ de auténtico placer. Pedazo de abrazo en meta y a celebrar nuestra victoria más personal.
Es algo más que una carrera, es poner a prueba no sólo al cuerpo y a la mente, es una forma muy preciosa de retarse, de batallar contra uno mismo, de superar fases, de estar montado y participar en esta noria que es la vida, una atracción de 42 vagones en la que por muy seguro uno está de sí mismo, también en algún momento puede ocurrir algo inesperado, que sobresalta, puede hacer pararme pero también volver a arrancar e incluso hacerme sentir en lo más alto viendo todo desde la mejor perspectiva y cuando se toca con los pies en el suelo es cuando se sabe que ha merecido la pena.
Me quedaré con cada uno de los diálogos y multitud de mensajes que tuvimos tras hacerme partícipe de sus emociones, notar que estaban en meta y sobre todo sentir una de las palabras más importantes en esta vida que corremos…AGRADECIMIENTO.